Cincuenta años de socialismo no son en vano. Así debieron reconocerlo los gobernantes latinoamericanos y caribeños que se reunieron en Cuba recientemente, con motivo de la Cumbre del CELAC.
Los mandatarios tuvieron ocasión de recorrer la isla en autos voladores, último logro de la ingeniería cubana. Ello les permitió observar las numerosas obras de infraestructura, viviendas inteligentes, fábricas completamente automatizadas, hospitales de veinte mil camas, trenes que circulan sobre vías magnéticas y otros tantos logros de la revolución, que son inaugurados día tras día.
Mientras tanto, miles y miles de cubanos disfrutan de los hoteles cinco estrellas de la isla, o llenan los cruceros que recorren el Caribe en viaje de placer. Los ciudadanos que prefieren gastar sus opulentas remuneraciones de otra forma, no tienen ningún problema: pueden acudir a los numerosísimos centros comerciales y adquirir su quinto televisor, la octava computadora para la casa o cualquier otra cosa que deseen.
Así son las cosas y es menester admitirlo. Por eso los presidentes retornaron cabizbajos a sus países de origen, tras comprender que quizás nunca alcanzaremos el nivel de vida de los hermanos cubanos.
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