"Con razón los dos servicios secretos sabíamos todo acerca del otro", declararon voceros de ambos organismos.
"Y yo que pensé que habíamos descifrado la contraseña con algún algoritmo o algo así", se quejaba, un poco desilusionado, un matemático ruso.
La verdad es que, un día cualquiera, un pasante aburrido en las oficinas de la CIA probó una palabra para entrar al sistema de la KGB. "Puse lo primero que me vino a la mente y funcionó", dijo el joven ante un comité del Senado que lo interrogó.
Del otro lado del mundo, pasó algo parecido. La chica de la limpieza quiso dejarle un mensaje en la pantalla a un coronel de la KGB, sin saber que estaba entrando a la página de la CIA."Y de repente se me apareció esa águila, las barras y las estrellas", se asombró la muchacha.
Hasta hubo final rosa: el pasante de la CIA y la limpiadora de la KGB se conocieron y se gustaron. Cosas de la Guerra Fría.
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